Nuestro querido Largui


Me pregunté si extrayéndolo de la inimputabilidad de su existencia bidimensional cambiaría a mis ojos como lo hicieran aquellos simpáticos personajes de barrio a los que me evocaba. Si estuviera su recurrente tambor embriagado como tantos en frenesí totalitario, o su trabada verborrea compartiendo con quiosqueros y taxistas discursos lavados de perversidad por el intenso uso. Si no lo hallaría en los Jack pero sí siguiendo al hijo del chocolatero en los chismogramas que engalanan nuestra cultura televisiva. En fin, si fuese, como siempre pero más definitivamente claro, que no sabremos si estará con los buenos o con los malos cuando le sea inevitable dejar de tomar partido.

lagloriadestarsano.blogspot.com

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